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Psicóloga infantil: Si no hay contacto físico se crea una barrera emocional

La psicóloga infantil María Luisa Ferrerós. EFE/Antonio Navarro / Planeta

Carla Aliño. Valencia, 15 mar (EFE).- La psicóloga infantil María Luisa Ferrerós defiende la importancia de fomentar el contacto físico con los hijos, pues eso favorece «el contacto emocional», especialmente en este momento de pandemia, en el que muchos menores han perdido esa relación de contacto en otros espacios, como el colegio.

«Si no hay contacto físico, se crea una barrera de contacto emocional», asegura Ferrerós en una entrevista con EFE con motivo de la publicación de su último libro, «Dame la mano» (Planeta), con el que buscar ofrecer a las familias herramientas para fomentar la conexión con los hijos y resolver los conflictos cotidianos.

Según Ferrerós, la mejor manera que tienen los padres de decirles a sus hijos que los quieren es achucharlos y abrazarlos. «Cuando se hace de verdad, eso transmite y comunica mucho más que decir ‘te quiero mucho'», asegura.

LOS NIÑOS VIVEN EL DÍA A DÍA

Señala que una de las ventajas que tienen los más pequeños a la hora de hacer frente a esta pandemia es que viven «el día a día» y no se paran a comparar lo que hacían el año pasado hasta que no son más adolescentes, lo que les ha permitido adaptarse a esta situación más fácilmente que los adultos.

«Los niños no se agobian tanto, no comparan y tampoco hacen un juicio de valor sobre qué es esto que nos está pasando. Ellos lo viven porque es lo que toca y ya está», señala esta profesional, quien destaca lo «maravillosamente bien» que se han adaptado a las mascarillas y lo poco que protestan.

No obstante, advierte de que hay menores que han desarrollado bastante miedo, incluso cierta agorafobia, por haber estado demasiado expuestos a información sobre el coronavirus que no les corresponde.

Considera que es necesario estar atentos a si los menores muestran un comportamiento poco habitual o diferente al que suelen mostrar habitualmente, como no querer salir, dejar de jugar o de comer, tener pesadillas o estar muy preocupados por la muerte.

NIÑOS CARACOL

Esta psicóloga, especialista en neuropsicología, alerta en su nuevo libro sobre los «niños caracol», un término surgido en Japón bajo el nombre de «niños hikikomori», pero que empieza a verse también en España, con motivo del confinamiento y la pandemia, debido al mayor uso de redes sociales y tecnología por parte de los niños y al relajamiento del control por parte de los padres.

Se trata de niños y jóvenes que cuentan con todo tipo de avances tecnológicos en su habitación, por lo que terminan por no querer abandonarla y por dejar de relacionarse a todos los niveles, incluso con su propia familia. Su socialización pasa a ser completamente digital y con el tiempo acaban desarrollando agorafobia.

Ferrerós señala que aún es pronto para conocer el alcance de este fenómeno en España, pues los niños todavía «no pueden salir a jugar libremente con sus amigos», por lo que habrá que ver, cuando vuelva la normalidad, si ha sido «algo momentáneo» o si «se quedan enganchados en esto».

En todo caso, recomienda a los padres ofrecer siempre a los niños alternativas a las pantallas, como salir a pasear o a hacer alguna excursión, dentro de lo que las normas sanitarias permitan, o jugar a juegos de mesa en familia, una práctica que «funciona muy bien» pero en la que, según dice, es importante que participen todos los miembros de la familia.

LA PRESIÓN POR SER LOS PADRES PERFECTOS

Reconoce que los padres y madres actuales viven agobiados y algo despistados por los múltiples ruidos, referencias e información que tienen su alcance sobre cómo ejercer la paternidad o la maternidad de la mejor manera, pero que muchas veces «no acaban de saben cuál es la que sirve».

«Tenemos unas expectativas de que todo va a ser maravilloso y que ser padre o madre es lo mejor del mundo y luego, cuando chocas con la realidad, la gente está muy frustrada a veces y le cuesta un poco encontrar por dónde tiene que ir», señala, y recomienda que «no se improvise y que se piense un poquito» cómo se quiere educar a los hijos.

Ferrerós explica que se invierte mucho tiempo en planificar cómo va a ser el parto, en si se va a dar de mamar o no al bebé, o en elegir el nombre, pero luego «no nos planteamos cómo lo queremos educar», y cuando llegan los momentos de conflicto, no sabemos cómo gestionarlos.

Otro de los grandes problemas actuales, a su juicio, es que muchos padres «solo están mirando el comportamiento de sus hijos, que es la punta del iceberg, y no miran el porqué» de ese comportamiento, ya que los niños «no se portan mal porque sí», sino «para llamar la atención o porque están preocupados por algo o hay algo que les está minando su estabilidad emocional».

«Por eso no funcionan los consejos de las amigas, la vecina o la suegra, porque has de mirar por qué tu hijo tiene ese comportamiento inadecuado o por qué no duerme o no come. Qué está pasando debajo», indica.

En «Dame la mano», la psicóloga afirma que una familia es como un avión, donde los padres son los comandantes; los hijos, los tripulantes, y los momentos de conflicto, las turbulencias. Cuando hay turbulencias, emocionales en este caso, los pasajeros necesitan que el comandante les diga que está todo controlado.

Si los niños ven a los padres nerviosos, es como si los pasajeros vieran a la tripulación del avión más nerviosa que ellos en plenas turbulencias: «El caos», asegura.

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